Esta casa te transporta al pasado, en aquella época, el Valle de Agaete, en la isla de Gran Canaria, era (y continúa siendo) uno de los parajes más envidiables del mundo. Sus habitantes vivían sin prisas, hablaban con sabiduría, incluían en su dieta frutos semitropicales, se tumbaban al sol y contemplaban, orgullosos, la herencia de mar y montañas desde sus hogares blancos.
Su propietaria, restauró y decoró la casa inspirada en ese "vivir sin prisas", a las órdenes de la naturaleza, como lo hacían entonces. Para ello mezcló colores claros con madera, usó piedra de cantera local y conservó los enormes ventanales presentes en todas sus estancias:
"Cuando entres por primera vez te darás cuenta de que las ventanas son los mejores cuadros que cuelgan de sus paredes. Todas ellas ofrecen vistas espectaculares. A un lado, el Parque Natural de Tamadaba, todo un privilegio. Al otro, el Atlántico."
En la planta baja tiene una amplia cocina con comedor, el salón principal, un cuarto de juegos y un aseo. Y en la primera planta están los dormitorios; un dormitorio principal con baño, dos dormitorios con dos camas individuales cada uno, un dormitorio con cama doble, dos baños y un salón.
En el exterior dispone de piscina y de una amplia terraza, desde donde se puede disfrutar del Valle de Agaete, que ha mantenido, con el paso de los años, su belleza, sus contrastes y su encanto. Transmite armonía y paz, calma y sosiego. Es un reducto de la isla en el que es imposible no disfrutar.